lunes, 8 de agosto de 2011

Claves efectivas para mejorar las relaciones con nuestros hijos

1)      Tomar conciencia

Nuestro punto de partida para emprender el mejoramiento de nuestras relaciones con nuestros hijos debe ser el de reflexionar y darnos cuenta sobre cómo se ha venido dando dicha relación hasta el momento actual, qué se debe mejorar y qué se puede empezar a realizar ahora mismo para contribuir positivamente a esta relación.
2)      Poniéndonos en su lugar

Cuando se dice que no debemos hacerle a los demás lo que no nos gustaría para nosotros mismos, es lo que precisamente se logra a través de la capacidad de ponernos en el lugar del otro, es decir, de ser empáticos, lo cual implica en este caso, la comprensión de las necesidades de nuestros hijos, de sus sentimientos y dosis importantes de flexibilidad y tolerancia.
3)      Dando ejemplo

No es adecuado (además poco coherente) exigirles algo, de lo cual no le hemos enseñado a través de nuestro ejemplo. Por poner un caso, sería absurdo exigirle a un hijo que mantenga su habitación arreglada, cuando nosotros no tenemos el hábito de tender nuestra cama, cuando lo que ellos ven son papeles regados por toda parte, cuando nos escuchan decir que no sabemos en dónde dejamos tal cosa. Está demostrado que resulta mucho más efectivo lograr obtener los comportamientos esperados de nuestros hijos, dando buen ejemplo, que dando el más completo de los discursos y una cátedra de buenos modales o lo que se conoce coloquialmente como cantaleta.
4)      Manteniendo en balance entre Rigidez-flexibilidad

Definitivamente ningún extremo será saludable: padres rígidos Vs padres permisivos, padres sobreprotectores Vs padres despreocupados. Lo más adecuado por ende, será el equilibrio: balance entre cada aspecto, lo cual es un comportamiento asertivo. Está bien, por ejemplo, que en la casa tengamos ciertas normas que hayan que cumplirse, pero otra cosa es que nunca (llueve, truene o relampaguee) les permitamos a nuestros hijos que por alguna eventualidad, se excedan media hora de la acordada en llegar a la casa. Y a la inversa, por ejemplo, está bien que les demos la libertad de escoger los amigos con quienes se van a relacionar, pero otra cosa es que permitamos despreocupadamente que se dejen llevar con los ojos enceguecidos en absolutamente todo lo que sus amigos le dicen, o peor aún, que no nos demos ni por enterados.
5)      Manteniendo una comunicación efectiva

Es conveniente que se mantenga un diálogo frecuente, basado en una comunicación abierta, sincera y empática que permita la retroalimentación de pensamientos y sentimientos mutuos frente a la relación entre padres e hijos y frente a lo que les sucede en su entorno. Para ello, es necesario buscar un momento y sitio propicio de tranquilidad y disposición entre cada una de las partes, no juzgar, saber escuchar, ser honesto y mostrar calidez, hablar de forma específica sobre hechos puntuales y no de forma vaga, responsabilizarnos de nuestros sentimientos, ser respetuoso con las palabras empleadas y permitir que el otro se exprese con naturalidad. Si al finalizar la conversa hay cosas que quedan pendientes por seguir dialogando, fijar un nuevo momento para hacerlo, con varias opciones u alternativas.
6)      Brindando apoyo incondicional

De acuerdo con la etapa en la que se encuentren nuestros hijos y en coherencia con esto según las decisiones que ya podemos permitirles que tomen, debemos demostrarles nuestro apoyo independientemente de si creemos que la alternativa que han elegido no es la mejor (esto además, fomenta en ellos un mayor nivel de autonomía), apoyo no necesariamente es sinónimo de decir, ¡te apoyo, sigue así, estoy de acuerdo, te ayudo, eso es! Sino que más bien de decir, es mejor demostrar que estamos allí y darles nuestro punto de vista: ¡Aunque no estoy de acuerdo totalmente con tu decisión, te comprendo y puedes intentarlo a ver qué tal te resulta. Si ves que no estás a gusto puedes pensar en otra opción, de todas formas yo voy a estar allí para cuando me necesites!  El apoyo incondicional está unido al papel de orientación y guía y al mismo tiempo al profundo lazo de amor que nos une a ellos independientemente de las circunstancias y de sus acciones.
 7)      Dando orientación y guía.

Como ya se mencionó, se les orienta preferiblemente a través de nuestro ejemplo y al mismo tiempo les vamos mostrando posibles consecuencias de sus acciones, ayudándoles a prever resultados (aunque esto no en exceso, pues ellos algunas veces necesitarán experimentar situaciones que a pesar de no ser siempre positivas, pueden traerles muchas enseñanzas para sus vidas). Sin atarlos a nuestro modo de pensar, podemos llevarlos suavemente de la mano, sin aprisionarlos, mostrándoles el camino, cultivando los valores que nosotros mismos hemos desarrollado y dejándolos que así mismo ellos potencien su capacidad creativa, dejándoles ser lo que ellos son. Podemos enseñarles no sólo conocimientos sino también, y mejor aún, formas de aprender, formas de vivir, de experimentar, de ser cada vez mejores personas.
8)      Brindando afecto

El afecto, el cariño y el amor son sentimientos que nos caen muy bien a cualquier edad de nuestra vida. El afecto es necesario expresarlo, dejarlo salir de nuestro ser de la forma más espontánea posible. Nunca será demasiado, ni tampoco se agotará el amor hacia los hijos. Es verdad que hay muchas formas de demostrar el afecto y no todas las personas son muy expresivas, pero lo mejor es permitirnos dejarlo salir a flote cómo más cómodo nos resulte: Palabras de aliento, un abrazo profundo, un cálido beso, un detalle, un elogio sincero, consentir, jugar, crear, compartir, ponerse al nivel de la edad de ellos para disfrutar ese cariño sin atajos, en últimas, el afecto es como el azúcar que se le echa al jugo. Un jugo sin azúcar, es un jugo insípido y de acuerdo con la fruta puede resultar agrio o ácido. Una relación familiar sin afecto, carece de vitalidad, sensibilidad, dulzura y quizás traerá desmotivación, poca seguridad para desarrollar nuestro potencial, pues se sabe que la familia es la base de la sociedad y nuestros padres son nuestras figuras principales de representación, guía y modelo.
9)      Compartiendo tiempo

Compartir el tiempo es importante tanto en cantidad como en calidad. Es la manera de establecer contacto directo con nuestros hijos. Resulta poco probable que una relación crezca y se desarrolle a distancia o sólo a través del teléfono. Por lo tanto, es importante la presencia física y el tiempo invertido para compartir distintos momentos: tanto los buenos como los  no tan agradables, tanto los especiales como los corrientes o habituales. Los padres que todo el día están por fuera de la casa (ya sea por trabajo o por cualquier otro motivo) y esto se vuelve algo permanente, no se darán cuenta a qué horas crecieron sus hijos y algunos tal vez se lamentarán más adelante por no haber vivido de forma plena aquella experiencia de la paternidad, la cual es fuente de edificación y enriquecimiento para el ser humano.
10)   Actitud de amistad y complicidad

Esta actitud implica en muchas ocasiones salirnos de nuestro tradicional patrón de mando o de superioridad. Implica ponernos con nuestros hijos a la par, implica jugar y divertirnos con ellos, implica chismosear con ellos (en el buen sentido de la palabra), sin salirnos de nuestro rol de orientación, guía y modelo, podemos ser más que padres, sus grandes amigos, ser cómplices de sus experiencias, permitirles que se equivoquen, permitirles pensar distinto, ponernos en su lugar, realizar con ellos algunas sencillas pilatunas que nos saquen de la rutina y afloren nuestra creatividad. Darles la confianza y seguridad para que nos confiesen lo que ellos quieran, pues en lugar de recriminarles hay que ayudarlos y acompañarlos. Hay que velar por su bienestar, realizar hobbies juntos, salir de paseo con una actitud amistosa y de compañerismo.

 Finalmente la clave es  Amar con firmeza y ser firme con amor…la clave es una relación afectiva basada en el amor, la amistad y la guía hacia un crecimiento personal en todo su esplendor.

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